El problema de crear algo nuevo

Después de un tiempo meditando sobre el futuro y las relación que tiene con nuestra cultura me llegó una respuesta casi caída del cielo: El futuro le pertenecerá a la gente bien informada.

No me refiero a la tradición del ‘buen’ ciudadano que lee sus periódicos todos los días y está al tanto de temas de actualidad (demos por hecho que hablamos de un lector crítico). Siendo sinceros esto sólo nos sirve para sobremesas y una que otra rara manifestación de movilidad social. La gente a la que yo me refiero es activa y tiene capacidad de encontrar relaciones entre grandes cantidades de datos, similar a la labor de un diseñador que recopila y los convierte en un ‘algo’ fácilmente visible y entendible para el lector. Esta capacidad, hoy en día, es asociada con palabras como creatividad y genialidad.

Mark Twain consoló a Helen Keller cuando fue acusada de plagio diciendo que ‘esencialmente todas las ideas son de segunda mano, consciente e inconscientemente tomadas de un millón de fuentes externas”. Nuestro concepto de creatividad sigue cimentado en las bases románticas de ‘crear algo nunca antes visto’, ¿acaso es posible crear una pintura sin el concepto de pintura, sin objetos como pigmentos y sustratos?, si se logra es muy posible que sea confundida con otra cosa o entre dentro de una nueva categoría. Hace casi cincuenta años Douglas Huebler escribió, “El mundo está lleno de objetos, algunos más interesantes que otros; no deseo añadir más a ellos” a lo que el escritor Kenneth Goldsmith contesta, “Enfrentado a una cantidad sin precedentes de texto, el problema no es escribir más sino (…) la manera en que gestiono, uso, administro y distribuyo el texto, es lo que distingue mi manera de escribir a la tuya.”

Si Newton se apoyó sobre hombros de gigantes, no veo por qué nosotros no. Habrá que entrenar nuestra capacidad de encontrar patrones en lo que nos rodea, ser críticos al implementar ideas ajenas y generar información valiosa y relevante. Ojo, hacer una copia íntegra de algo y nombrarte su autor no te hace alguien capaz, sino un imbécil. Hay líneas que no deben cruzarse.