Advierto, no estoy sugiriendo que las casas editoriales vayan a desaparecer, sino que el concepto tradicional que tenemos de ellas y con el que se ha venido trabajando en las últimas décadas tendrá que adaptarse y satisfacer las necesidades de una nueva modalidad, la distribución y publicación de contenidos en línea.
Existe un antecedente, al cual todos estamos acostumbrados como es leer noticias en línea, publicaciones en blogs o cualquier plataforma de tipo Content Management System; la naturaleza de éstas, es que se publica contenido periódicamente en un sitio con una estructura prediseñada, con la ventaja de poder categorizarlo (tagging) y hacerlo fácil de encontrar por plataformas de búsqueda como Google. Éstas páginas son muy comunes hoy en día, más que nada por la facilidad de uso y por la inmediatez en la que se puede distribuir contenido de calidad (o no), sin pasar por alto el alcance que puede llegar a tener.
Hoy, esto presenta nuevas posibilidades a investigadores, escritores y público en general para poder presentar contenido sin la necesidad de pasar por un filtro editorial o incluso el financiamiento y producción que brinda la misma. La capacidad de establecer los alcances de un proyecto, publicar la idea en una página como Kickstarter y obtener el apoyo económico de personas que estén interesadas para incluso, además de llevar a cabo el proyecto y hacer la publicación digital, contar con una versión física y poder costear su distribución. Un modelo ‘democratizado’ en el que la gente puede comprar, crear y demandar un producto que de otra forma sería inaccesible por los intereses de los productores. Yo pago cierta cantidad por el producto o servicio, y únicamente se hace el cargo si el proyecto llega a su meta y se puede llevar a cabo según la idea del autor.
Sin duda, es algo que vale la pena revisar y darle seguimiento. Por primera vez, los productos editoriales serán guiados por los gustos del consumidor, y no el de la editorial como se ha venido dando con el paso del tiempo.