En los últimos años, nosotros como estudiantes hemos sido testigos de una serie de cambios en la manera en que se aprende dentro del salón de clase. Desde el paso de tareas escritas a tareas impresas, de Encarta a Wikipedia, de libretas a tablets, pero en realidad no hemos visto un cambio en la manera en que se nos educa más que en el formato.
La dinámica de la clase sigue siendo la de un profesor en frente de sus alumnos hablando por horas con la esperanza de que ellos entiendan o se queden un poco con lo visto en clase. La tecnología llega por ejemplo a cambiar el rotafolio por una presentación en un proyector, pero la verdad es que los estudiantes por mucho han pasado de estar atentos de 10 a unos 15 minutos, pero no hay un cambio significativo en el interés que pueden tener en el tema de la clase. Mucho se ha escrito sobre este tema, y se habla sobre un nuevo modelo educativo en el que el profesor funciona como guía, y los estudiantes desarrollan habilidades de acuerdo a lo que ellos creen les sea de mayor utilidad.
Un salón de clases en el que las herramientas electrónicas se utilicen como medio y no como fin dentro de un sistema educativo. Un estudiante que toma lo que le parece más relevante y trata de desarrollarlo dentro de equipos multidisciplinarios con la figura de un guía que cuenta con los conocimientos necesarios para poder encausar sus inquietudes.
Es una nueva manera de aprender, un cambio a la manera que nosotros conocemos, y como tal, conlleva muchos sacrificios de ambas partes (tanto el alumno como el profesor), pero busca satisfacer nuestras necesidades como usuarios de información, busca romper con la idea de confiar por completo en el conocimiento de un profesor y el no tener herramientas para cuestionarlo. Nos aproximamos a una nueva etapa del conocimiento.