Sobre ser infinito

Hace tiempo encontré en Facebook que amigos en común cambiaban su foto de perfil por una en la que salían con un amigo que falleció tiempo atrás. Ese habría sido el día de su cumpleaños. Las fotografías fueron seguidas por publicaciones en su muro, en las que brotaban momentos que pasaron con esa persona, conversaciones entre conocidos y bendiciones a familiares y cercanos.

La presencia postmórtem en línea es un tema que ha llamado mi atención. Una parte se siente incómoda al respecto y otra entiende la importancia de crear un testimonio compartido sobre la vida de las personas que nos importan. Todo empezó en 2009 cuando Mac Tonnies, blogger de un espacio llamado (atinadamente) Posthuman Blues, falleció debido a una enfermedad genética. Sorpresa que sus seguidores han convertido el blog en un testimonio de una nueva especie de vida ‘virtual’ de la cual nos hacemos partícipes a sabiendas o no. Los comentarios siguen llegando, el Spam sigue manteniendo sus conversaciones habituales. Una parte de él se integró a internet y ha permanecido de alguna manera íntegra, nadie tiene acceso a su(s) cuenta(s) y no hay manera ni de asegurar su existencia ni de eliminarla.

Hay cuentas de fallecidos en Twitter que siguen publicando ‘contenido’ por medio de aplicaciones externas aún años después. Facebook ofrece, aunque no lo he visto funcionar, la opción de convertir el perfil de un familiar fallecido en un sitio memorial, evitando así sugerencias inconvenientes de ‘conectarte’ con un mero holograma digital.

El manejo de información personal ‘en línea’ una vez fallecido es un tema que con el tiempo tomará cada vez más relevancia, ya sea como patrimonio, memorial u holograma digital. Si tienes información al respecto o te gustaría hablar sobre ello me encantaría que me contactaras por correo o Twitter (el nombre de la columna es mi usuario).