¿A dónde van los muertos?

Al morir todo nuestro patrimonio se transmite a las próximas generaciones o a quien nos interese; discos, libros, dinero, objetos personales, recuerdos, etc. Sin embargo, cuántas veces nos ponemos a pensar en nuestros bienes intangibles como lo es la información que utilizamos todos los días en nuestras páginas de Facebook, las tareas que subimos a Google, los textos que escribimos en plataformas como Blogger.

Tal vez suene irrelevante si no nos dedicamos a ello, o tenemos muy poca información personal en dichas plataformas, pero este es un paradigma que vendrá cambiando con el paso del tiempo. Cada vez será más común que nuestras computadoras cuenten con un disco duro de poca memoria dedicado a cumplir las tareas más sencillas y esenciales en nuestra vida, dejando toda la tarea pesada de almacenamiento a plataformas en la nube, tales como iCloud, Google, Dropbox, etc. Éstas plataformas albergarán nuestra información personal de manera que nosotros podamos tenerla en cualquier lugar al que vayamos, incluso si no estamos utilizando nuestro equipo personal.

Es por esto que cada vez es más necesario el pensar en encontrar una manera de legalizar o estandarizar los procedimientos para entender de quién son tales documentos y quién puede explotarlos económicamente una vez que el titular expreso fallezca. Tal vez temporalmente se pueda arreglar pasando nuestra contraseña a un sucesor o a personas en quien confiemos, pero legalmente todos estos archivos siguen siendo de la persona que los creó. Supongamos que nosotros somos escritores y mantenemos un blog muy exitoso con alto tráfico en internet. Obviamente mantendremos nuestros borradores e ideas en una sección de nuestro sitio sin publicar. En el dado caso de un fallecimiento, ¿quién será la persona que podrá publicarlos, distribuirlos u obtener una remuneración a través de la misma información?, a final de cuentas, también se trata de un patrimonio intelectual e intangible del cual tenemos que encargarnos en algún punto de nuestras vidas. Por lo tanto, ¿cómo protegeremos nuestro legado en línea?